Respuesta a: A la deriva digital y Palabrería tramposa
Byung-Chul Han (2023): La crisis de la narración, Barcelona, Herder. [285 pp, 11,40 euros].
Al acercarnos a la obra de Byung-Chul Han, es crucial reconocer que estamos ante un ensayo filosófico. Esta distinción, lejos de ser trivial, subraya la importancia de abordar conscientemente su género. Al igual que al visitar un museo o al disfrutar de una serie televisiva, hay expectativas inherentes que podrían verse tanto satisfechas como defraudadas. Reconocer el género de la obra prepara al lector para una experiencia intelectual específica, ajustando sus anticipaciones a la naturaleza del texto.
La génesis del ensayo, trazada hasta Montaigne y su crisis de la modernidad expresada en «Yo soy el objeto de mis escritos», revela un género donde el autor, curioso y falible, busca comprenderse a sí mismo y al mundo. Este esfuerzo se caracteriza más por el escepticismo que por las certezas absolutas de los tratados. Se puede mencionar a Luckács señalando que su valor radica en el proceso evaluativo de la vida, o a Adorno describiéndolo como una valoración de lo parcial frente a lo absoluto, una búsqueda utópica que se libera de la noción convencional de verdad. Gustavo Bueno añade que el ensayo se rige por un orden práctico humano, organizándose en torno a la experiencia vital más que a estructuras teóricas. Esta noción se refuerza con la declaración de Ortega en El espectador: «De nada podré hablar como maestro: pero de todo hablaré como entusiasta. No pretendo tener otra virtud que ésta de arder ante las cosas», destacando la posición del ensayista como un apasionado explorador más que un experto. Aunque el ensayista pueda presentar hechos con convicción y juicio, no busca persuadir ni incitar a la acción, sino ofrecer una reflexión profunda que invita al lector a contemplar la complejidad del mundo desde una perspectiva personal.
En mi exploración de La crisis de la narración, me encuentro sumergido en una crítica hacia los matices más problemáticos de lo que el autor denomina «modernidad tardía». La reseña de Juan Alberto Vich, a mi parecer, logra capturar la esencia de lo que el filósofo de origen surcoreano intenta transmitir con una claridad ejemplar. Su habilidad para destilar el mensaje principal del ensayo es fundamental para quienes buscan entender la obra, proporcionando un resumen preciso de su contenido. Juan Alberto Vich, no solo ilumina el argumento principal del texto, sino que también invita a mirar más allá del superficial discurso político. Este último, dominado a día de hoy por una polarización extrema fomentada por algoritmos. Estoy convencido de que Juan Alberto Vich tiene el talento para adentrarse en los argumentos de Byung-Chul Han con mayor profundidad, aunque ese análisis detallado queda más allá del propósito de su reseña.
Pero, al contrario, no puedo compartir la crítica de Borrell-Carrió por los siguientes motivos. La preocupación sobre si el ensayo de Byung-Chul Han adolece de falta de verosimilitud podría considerarse irrelevante. En el contexto de sus ensayos, que a menudo se sumergen en análisis filosóficos sobre la tecnología, la cultura y la sociedad contemporáneas, lo fundamental es provocar la reflexión, cuestionar las normas establecidas y explorar nuevas formas de entender nuestro mundo. Al advertir sobre una crisis narrativa, Byung-Chul Han apunta a cómo la prioridad de los discursos se orienta hacia un fin productivo económico, eclipsando la producción de sentido. Señala una saturación de información que, aunque presenta a innumerables individuos aislados, fracasa en forjar comunidades capaces de conferir un sentido colectivo. Las historias se narran desde la fragmentación y el aislamiento, privilegiando fines productivos sobre el hedonismo de la creación y la expresión auténtica mediante la libertad de expresión, más allá de la mera validación obtenida a través de la monetización. Byung-Chul Han argumenta que el storytelling no busca conferir sentido alguno, sino meramente capturar la atención a través de las emociones para lograr un beneficio práctico inmediato. Es interesante observar que el pensador surcoreano-alemán no discute, e incluso omite, la creatividad al abordar estas cuestiones en su obra.
El ensayo de Byung-Chul Han destila un romanticismo utópico, evocando valores del humanismo ilustrado sin caer en la generalización de estereotipos ni buscar el aplauso de una audiencia particular. Lejos de abogar por una identidad individual aislada, aspira a forjar comunidad más allá del nihilismo que prevalece en la sociedad occidental contemporánea. Frente a ciertos autores que celebran los valores de la posmodernidad, la posverdad y el individualismo epistémico —conceptos que Byung-Chul Han asocia con la modernidad tardía—, se podría argumentar que este teórico cultural se sitúa contra este estilo de pensamiento. Su enfoque pertenece al ámbito del pensamiento crítico y se distancia radicalmente del escepticismo individualista.
Reducir el ensayo de Byung-Chul Han a un mero manifiesto político y recurrir a términos como antisistema o anarquismo, o mencionar ejemplos de países comunistas para contrarrestar sus argumentos, resulta un enfoque demasiado limitado. Este crítico de la modernidad tardía, al hablar de neoliberalismo, critica una forma de liberalismo que, a su juicio, está plenamente sometido al capital. Es crucial entender esta distinción: el liberalismo, en sentido amplio, incluida la socialdemocracia, opera dentro de una economía capitalista, pero impone límites a los mercados para promover sus propios valores y fomentar la autonomía individual. El establecimiento de límites morales en el mercado es esencia de las democracias occidentales y no debería de ser olvidado. La crítica al neoliberalismo a menudo se centra en cómo este sistema prioriza la eficiencia económica, lo cual puede socavar los fundamentos éticos del liberalismo que respetan la dignidad humana, un valor central desde la Ilustración. El profesor de la Universidad de las Artes de Berlín aboga por un retorno a estos valores esenciales, buscando reequilibrar la moderna orientación hacia la productividad con los principios éticos que deben guiar nuestras sociedades.
El autor de La crisis de la narración argumenta que el neoliberalismo representa un giro donde el liberalismo se ha puesto al servicio del capitalismo, en lugar de que el capitalismo funcione en beneficio del liberalismo, proceso ha sido facilitado por los usos productivos de la tecnología. Lo que creo que se manifiesta en cómo la natalidad disminuye por razones productivas, las humanidades son desplazadas por enseñanzas empresariales en educación, y se prioriza la producción y el consumo sobre el cuidado de las personas mayores o la atención a nuestros hijos, a quienes se les distrae con tecnologías que buscan monopolizar su atención para monetizarla desde edades tempranas.
El storytelling, según el pensador surcoreano, busca capturar la atención inmediatamente para fines específicos y a corto plazo, en contraste con la creación de narrativas colectivas que fomenten marcos de convivencia con impactos significativos en nuestra vida personal y colectiva, así como en la política, la ética y la sociedad en su conjunto. Se podría concluir que la propuesta de Byung-Chul Han aboga por revalorizar la narrativa en un contexto sobrecargado de información, pero sediento de significado. Su crítica no tiene como objetivo desmerecer la creatividad o desvalorizar la tecnología; más bien, cuestiona la manera en que estas se encauzan hacia fines principalmente productivos y los posibles efectos que esto podría tener en la sociedad.
Me permito terminar con una crítica a Byung-Chul Han que se puede realizar desde su misma perspectiva, y es convertir la filosofía en un storytelling para poder hacer un producto POP y venderlo a las masas. Es posible criticar al filósofo utilizado sus propios argumentos al observar cómo ha transformado la filosofía en un producto accesible para el consumo masivo. Su intencionado estilo literario, caracterizado por oraciones cortas y el uso frecuente de conjunciones sin subordinadas complejas, simplifica tradicionalmente los densos textos filosóficos alemanes en favor de la claridad y accesibilidad. Aunque esto amplía su audiencia, puede comprometer la profundidad analítica esperada en la filosofía. Además, su enfoque antidiálectico, que presenta ideas en paralelo permitiendo que coexistan sin resolver sus tensiones, refleja una visión moderna de múltiples verdades, pero también limita el desarrollo de argumentos dialécticos que profundizan en la resolución de conflictos ideológicos. Han tiende a generalizar y difuminar los límites entre la filosofía y la sociología, lo que le permite abordar temas contemporáneos, pero esto también puede ser visto como una falta de rigor metodológico. Sus citas cuidadosamente seleccionadas de pensadores consagrados como Walter Benjamin y Martin Heidegger, pueden fortalecer su posición teórica pero también lo distancian de discusiones filosóficas y autores más recientes. Finalmente, y no por ello menos importante, el uso de la palabra «neoliberalismo» en discusiones carece de precisión terminológica y tiende a generar debates y polémicas estériles que, si bien pueden aumentar las ventas, no contribuyen sustancialmente al rigor del análisis cultural. En conjunto, mientras el autor de La crisis de la narración busca democratizar la filosofía, sus métodos y estilo plantean preguntas sobre si su obra podría estar sacrificando la esencia crítica y la profundidad a cambio de una mayor popularidad y consumo.