Respuesta a: A la deriva digital
Byung-Chul Han (2023): La crisis de la narración, Barcelona, Herder. [285 pp, 11,40 euros].
Ignoro si solo me ocurre a mí, pero las películas de hace 40 años, salvo excepciones, me parecen convencionales, previsibles. Por supuesto eso me ocurre también con películas recién rodadas, sobre todo series televisivas. Me permito quince minutos diarios de zapeo, y compruebo —con alivio— que no hay ninguna serie que me enganche. En ocasiones las dos o tres primeras entregas de una serie, incluso la primera temporada, me parecen una maravilla por el lenguaje visual, la variedad de personajes, un casting e interpretación de aplauso. Por desgracia las productoras tiran de metraje y lo que era una perfecta marquetería de escenas, tensión y magia, se diluye en estereotipos, sobreactuación…
El espectador actual es exigente, yo lo soy. El listón está cada vez más alto. Los efectos visuales, la fotografía, el sonido tienen que complementar un guion poliédrico, diálogos naturales, la percepción de que la vida se ha colado en la pantalla, y que el protagonista podría ser una persona conocida o tú mismo. Y para alivio de gruñones, aparecen creaciones memorables, The Good Wife, Breaking Bad, Vida perfecta, Borgen, etc., (al menos, insisto, las primeras temporadas).
¿Estamos en una particular «crisis narrativa», como propone Byung-Chul Han? ¿Estropea el mercado la creatividad de la sociedad? ¿Emponzoña el neoliberalismo las mentes del ciudadano, reduciéndole a un mero receptor de porquería enlatada, un fast food intelectual?
Juan Alberto Vich, con prosa coloreada e imaginativa, nos acerca a los argumentos de Byung-Chul Han. Un excelente resumen de sus ideas, de las que discrepo en gran medida. Posiblemente Juan Alberto Vich también tenga reparos, si atendemos al último párrafo de su artículo. Por mi parte los tengo, y no porque Han yerre en muchas afirmaciones, sino porque el cuadro final que pinta carece de verosimilitud.
El libro de Han (1) aprovecha la desazón de la que habla Vich sin casi aportar idea novedosa, desde luego muy en su línea de poner las velas al viento que más sopla. Y ahora mismo sopla el viento del victimismo, el discurso antisistema, una suerte de romanticismo abstracto que nos hace soñar con el renacimiento de comunidades, al estilo de “otros felices tiempos pretéritos”, llenos de paz, encantamiento del mundo y convivencia. Las personas se sentían reconocidas y se contaban historias al amor de la lumbre, donde seres fantásticos bailaban entre las sombras y las llamas del hogar. ¡Ah, qué tiempos aquellos! En cambio, ahora el mundo está a merced de las narrativas científicas, las inundaciones las provocan DANAs, las sequías el cambio climático, y ni tan solo los purpurados se atreven a salir en procesión rogatoria, o a espantar tormentas desde los esconjuraderos. Según Byung-Chul Han no hay espacio para un mundo creativo y encantado, todo es storyselling.
Tengo para mí la existencia de autores que generalizan estereotipos para ganar el aplauso de un público determinado, un público que confunde pensamiento crítico con ser «escéptico de todo». Escéptico sobre todo de lo que suena a «oficial». Vendría a ser un anarquismo «a la carta», una manera de afirmarse en su individualidad. Pongo entre ellos a Byung-Chul Han. Diré más: esta manera de proceder la veo en autores y personas bien formadas intelectualmente, como si configurase un estilo del pensar.
Entremos en materia. Leemos afirmaciones como las que reproduzco, y estos lectores ni parpadean, porque les reafirma en su posición antisistema:
«Está haciendo furor la moda del storytelling, que es el arte de narrar historias como estrategia para transmitir mensajes emocionalmente, pero lo que hay tras esa aparatosa moda es un vacío narrativo, que se manifiesta como desorientación y carencia de sentido».
Comentario: tiene razón, de eso podemos encontrar, porque mucha gente cree tener talento y prueba a ganarse la vida escribiendo…. Pero no se percata de que su escritura es 99% repetición desordenada de fragmentos que en su momento le han gustado. Lo vemos en la literatura, como en la música, como en la filosofía (2), artes plásticas, etc. Ahora y en el pasado, (con la diferencia de que el tiempo borra la mediocridad, como bien decía Berger (3) al referirse a la pintura). Pero la gracia está en descubrir el verdadero talento, y con tantos seres humanos sobre la faz de la Tierra, aunque solo sea por azar, haberlo, haylo. Continuemos:
«En la Modernidad tardía, que es la era digital, tratamos de disimular la desnudez de la vida y de ocultar el absurdo vital a base de estar permanentemente posteando, dándole al botón de “me gusta” y compartiendo. El ruido de la comunicación y de la información impide que se nos revele el aterrador vacío vital. La crisis actual no consiste en “vivir o narrar”, sino en “vivir o postear”.»