El libro Dios, la ciencia, las pruebas no ha sido objeto de una sola objeción seria (2)

Respuesta a: Del ateísmo «científico» al «creacionismo científico» 

 

 Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies

 

Bolloré, M.Y. y Bonnassies, O. (2023): Dios-la ciencia-las pruebas, traducción de Amalia Acondo, editorial Funambulista. [584 pp, 23,65 euros].       

 

Dios, la ciencia, las pruebas está disponible en Francia desde hace dos años y medio, en español desde hace unos meses y en italiano desde hace meses . Pronto estará disponible en varios idiomas, entre ellos el árabe, el ruso y el japonés, y sus ventas actuales superan ya los 300.000 ejemplares. 

Este libro es una investigación sobre una sola cuestión: la existencia de Dios. Con un único enfoque: la racionalidad. Esta investigación se lleva a cabo examinando una docena de ámbitos diferentes del mundo real, tratando de evaluar la probabilidad de la existencia de Dios. Pero al final corresponde sólo al lector, que es el jurado, decidir libremente lo que le parece más razonable, a la luz de los elementos puestos sobre la mesa.  

Como autores, no ocultamos nuestra conclusión: el materialismo se ha convertido en una creencia irracional. Hoy por hoy abundan las pruebas sólidas, racionales, independientes y convergentes, procedentes de la filosofía, la revelación o la ciencia, que permiten establecer, más allá de toda duda razonable, la existencia de Dios.  

La idea central de este libro es mostrar cómo la ciencia ha dado un giro de 180 grados. Numerosas disciplinas convergen ahora para establecer dos certezas: primero, que el tiempo, el espacio y la materia, que están ligados como demostró Einstein, tuvieron con toda seguridad un comienzo absoluto; y segundo, que los datos iniciales del Universo y los parámetros de las leyes de la mecánica cuántica, de la física, de la química y de la biología están increíblemente bien ajustados, lo que nadie sabía hace sólo 60 años y nadie discute hoy en día.  

Ahora bien, si hubo un comienzo absoluto del tiempo, del espacio y de la materia, esto implica que la causa en el origen de este surgimiento es necesariamente no temporal, no espacial y no material, es decir, que es trascendente a nuestro Universo, y que tuvo el poder de crear todo lo que existe y que también lo reguló todo para que los átomos pudieran existir y ser estables, para que las estrellas pudieran existir y arder durante 10.000 millones de años —lo que es totalmente improbable— y para que un día pudiera surgir la vida compleja y el hombre —lo que también es infinitamente improbable—. Así, a través de la ciencia, encontramos la definición misma de Dios que dan  todas las filosofías.  

Y aunque las pruebas antiguas, las intuiciones de los hombres, las pruebas filosóficas y las pruebas ligadas a la revelación, así como los milagros, siguen siendo perfectamente válidos, hoy nos encontramos en una situación nueva, en la que todo converge.   

Hemos recibido un gran número de reacciones entusiastas de nuestros lectores y de destacados especialistas, así como algunas críticas. Tras recibirlas, intentamos entablar un diálogo con los autores —lo que muy pocos hicieron— y ahora estamos en condiciones de concluir que ello se debió a que sus objeciones eran muy débiles. 

A menudo, las críticas se reducen a insultos, sin comprender los conceptos. Los que nos llaman «creacionistas» no saben nada del tema, porque lo que el mundo llama «creacionistas»son personas que rechazan los descubrimientos modernos y se adhieren a creencias fantasiosas. No tienen nada que ver con nosotros. 

Otras personas, que leen con demasiada rapidez, piensan que es la teoría del Big Bang la que nos lleva a concluir que el Universo tuvo un comienzo absoluto, mientras que ésta es sólo una de las seis aproximaciones racionales desarrolladas en nuestro libro, que demuestran la imposibilidad de imaginar un tiempo infinito en el pasado. Hilbert y los más grandes matemáticos modernos han demostrado, siguiendo los pasos de Santo Tomás de Aquino y muchos otros, por qué el infinito no puede existir en el mundo real. Sobre esta base, las especulaciones basadas en la hipótesis de resultados infinitos, como Universos infinitamente cíclicos o Multiversos infinitos, no son serias ni racionales. 

Otras críticas son falsas desde el punto de vista de los hechos. Por ejemplo, es completamente falso decir que Stephen Hawking defendió la teoría del Multiverso: al contrario, a principios de los años 2000 pensaba que esta hipótesis altamente especulativa, que tuvo éxito durante un tiempo, estaba «muerta». Lo mismo opinaba su discípulo Thomas Hertog, ateo convencido, que recientemente lo reiteraba de forma explícita en la revista francesa Sciences & Avenir (octubre de 2023). 

Blaise Pascal no decía en absoluto que no hubiera pruebas de Dios o de Jesús. El capítulo XXIII de sus Pensamientos se titula «Las pruebas de Jesucristo». Entre ellas, considera que las profecías son «la mayor de las pruebas de Jesucristo» (335-706). Así que, según él, hay pruebas. 

También es incorrecto atribuir a Louis Pasteur la fórmula: «un poco de ciencia aleja de Dios, mucha conduce de vuelta». Fue a Francis Bacon a quien se le ocurrió esta idea, no a Pasteur. 

La conocida objeción del «Dios de los intersticios» es también totalmente inadecuada en nuestro caso: se aplica cuando hay un déficit de conocimiento y éste se colma indebidamente con la hipótesis de Dios. Pero aquí la reflexión no se basa en un déficit, sino en un exceso inesperado de conocimiento, un conocimiento nuevo, ahora ya tan claramente establecido que nunca volverá nadie a cuestionarlo.  

También es inexacto decir que la ciencia no puede demostrar nada porque sólo produce lo que es provisional y frágil, porque cuando la intuición física, los modelos matemáticos y la observación o la experimentación están de acuerdo, la verdad científica queda establecida definitivamente. Es el caso de la redondez de la Tierra, su rotación alrededor del Sol, el principio y el fin del Sol, la expansión del Universo y sus increíbles ajustes. Todo esto se ha establecido definitivamente, y como dice George Ellis, uno de los más grandes cosmólogos: «Ninguna nueva teoría, por revolucionaria que sea, hará que se evaporen todas estas improbabilidades» del ajuste fino del Universo. 

Por último, en ninguna parte hemos afirmado que el vacío cuántico sea lo mismo que la nada. El espacio no es la nada, sino todo lo contrario, porque en cuanto hay espacio-tiempo, hay tiempo, espacio y materia, y éste es un punto crucial. El abate Lemaître, creador de la teoría del Big Bang, comprendió enseguida la importancia de este asunto. Porque este comienzo, en el origen, no es sólo la creación del tiempo y de la materia, sino también la creación del espacio: «Cuando nos remontamos en el tiempo, nos acercamos a ese instante único que no tuvo ayer, porque ayer no había espacio. Este es el comienzo natural del mundo, un origen para el que el pensamiento no puede concebir una preexistencia, puesto que es el espacio mismo el que comienza y no podemos concebir nada sin espacio» (Acta Pontificiae Academiae Scientarium, 1948). «Antes», por así decirlo, no había espacio… Pero esta consideración tiene implicaciones metafísicas muy fuertes.  

Rechazamos, pues, todas las críticas del artículo de Jordi Corominas. Los que quieran podrán remitirse a nuestra presentación en el Collège des Bernardins, con ocasión de una conferencia dedicada a nuestro libro en octubre de 2022: https://youtu.be/vAkqVaAr3mg? 

En cuanto al fondo, los discursos teóricos que no refutan las numerosas pruebas de campos independientes que estamos poniendo sobre la mesa son irrelevantes. 

El ateo Bertrand Russell tenía mucha razón al decir que corresponde a los creyentes demostrar la existencia de Dios porque los materialistas no pueden demostrar que no existe. Utilizaba la analogía de que si se creía en la existencia de una «tetera» girando entre Marte y Venus, nadie con los medios disponibles en ese momento podría decir que no era cierto. De hecho, estamos de acuerdo con Bertrand Russell: demostrar la existencia de Dios o la inexistencia de Dios no está al mismo nivel. A menos que el concepto fuera contradictorio en sí mismo, —lo que no es el caso si, como en nuestro libro, sólo hablamos de un Dios creador mínimo, sin más precisiones— es imposible demostrar su inexistencia. Tampoco podemos demostrar la inexistencia de la tetera de Russell, ni de los extraterrestres, los elefantes rosas o los cisnes negros, porque todos ellos son entidades suprasensibles, pero es perfectamente posible demostrar su existencia. Demostrar la inexistencia de extraterrestres significaría visitar todos los planetas, todas las estrellas, todas las galaxias, en todos los tiempos: nadie puede hacerlo. Pero, en cambio, si mañana por la mañana una nave extraterrestre se estrella en su jardín, o si el programa SETI capta una señal inteligente procedente del espacio, la existencia de extraterrestres quedará establecida con sólo unas pocas pruebas válidas. Lo mismo ocurre con Dios.  

Por tanto, corresponde a los creyentes demostrar la existencia de Dios, pero reconocer esto tiene una contrapartida: que el debate debe centrarse sólo en las pruebas que se ponen sobre la mesa y no divagar en otras direcciones. Los ateos deben refutarlas todas, lo que no es en absoluto el planteamiento de los críticos habituales, que no se atreven a mirar al mundo real a la cara y buscar objeciones a todo lo que describimos: el comienzo absoluto del tiempo, el espacio y la materia, las configuraciones totalmente improbables del Universo, Gödel, las revelaciones, los milagros, las apariciones, los santos, la existencia del bien y del mal, el propio Universo, sus leyes, etcétera.  

También queremos confrontarles con el problema de lo sobrenatural y los milagros. En vista del espacio limitado de nuestro libro, propusimos sólo uno, el de Fátima. Así que, sobre éste que ocurrió en tiempos modernos, en un país europeo con observadores y fotógrafos, les retamos a que nos den la más mínima explicación racional plausible de estos hechos extraordinarios. En los casi tres años transcurridos desde la publicación de nuestro libro, ¡nadie ha aportado ni una sola!  Cualquiera que salga convencido de la naturaleza sobrenatural de estos acontecimientos tendrá una prueba más de la existencia de Dios. Hoy, Fátima es un serio desafío para todos los materialistas. 

Si no hubiera pruebas de la existencia de Dios, los creyentes estarían condenados a la credulidad. Afortunadamente, en la realidad, las pruebas son múltiples y convergentes, y no sólo en la ciencia. Esto nos lleva a la conclusión de esta cuestión esencial. Desgraciadamente, poca gente lo sabe.  Estamos a disposición de nuestros oponentes para discutirlo en un debate público siempre que lo deseen. 

 

 

Autores

  • Bolloré es ingeniero informático, tiene un máster en Ciencias y un doctorado universitario en Gestión de Empresas. De 1981 a 1990 dirigió la rama industrial del Grupo Bolloré. En 1990 fundó el grupo France-Essor, dedicado a la industria mecánica.

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  • Bonnassies se graduó en la Escuela Politécnica en 1990. Es diplomado superior en comercio por el Instituto HEC y licenciado en Teología. Fue no creyente hasta los 20 años. Autor de más de veinte libros y de documentales sobre temas relativos a la fe.

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Comentarios y respuestas: revista@hedonica.es



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