Muñoz Vico, A. (2022): Por un túnel de silencio, Logroño, Pepitas de calabaza. [296 pp, 20,80 euros].
Nota Editorial: La publicación del libro Por un túnel de silencio, primera obra publicada por Arturo Muñoz Vico, ha sido una agradable sorpresa. Basándose sobre todo en testimonios orales, sin el menor elemento de ficción, Muñoz Vico utiliza una técnica narrativa que da al lector la impresión (falsa, pero grata) de estar leyendo una novela. Reconstruye la historia de un guardia civil, cuyo hijo fue su compañero de colegio. El relato de la buena acogida que encontró a su llegada al País Vasco y de la forma en que el ambiente se fue enrareciendo según crecía la violencia empieza a mostrar contradicciones cuando el autor va ampliando las fuentes de información. Y la indagación sobre esas contradicciones se convierte en un auténtico relato de intriga. Por estas razones ofrecemos a continuación la transcripción inédita de un coloquio celebrado en la Librería Rafael Alberti de Madrid el 6 de septiembre de 2022. Publicada con autorización de los participantes.
Elvira Lindo (EL): Gracias, en primer lugar, a Lola Larumbe y a la Librería Alberti que se presta a celebrar estas conversaciones sobre libros. Todos recordamos (sobre todo los que tenemos más edad) aquellas presentaciones masivas que se hacían antes: grandes actos con muchos canapés. Creo que nos hemos ajustado al nuevo mercado y a la nueva forma de ver las cosas, a una realidad, y es que a los lectores les gusta tener charlas sobre el mundo del libro, donde no se está de cara a la galería sino de cara a los lectores que hay aquí y a los muchos que hay en redes en estos momentos. Adecuarnos a esto nos ha venido bien a todos. Se pinchó la burbuja y, de alguna manera, también la burbuja de los grandes actos en torno al libro, pero así estamos más a gusto, entre amigos.
Me decía antes Arturo que estaba nervioso y yo le respondía que aquí, entre amigos y conmigo al lado, no podía estarlo, porque sólo le voy a hacer unas cuantas preguntas indiscretas. Hemos tenido la suerte de ver cómo se ha ido fraguando este libro, desde un sueño de un joven escritor que dice que está escribiendo, que tiene muchas ideas y de repente una cuaja. Esta idea gira en torno al padre de un amigo suyo que fue guardia civil en un momento muy cambiante en España y en el País Vasco, cuando el terrorismo empezó a marcar la vida de la Guardia Civil, del País Vasco, de España…, y de toda de nuestra convivencia, finalmente. Entonces Arturo habla con el padre de ese amigo y empieza a pergeñar algo que no sabe si será un libro, si será un documental, qué tipo de género será…, y ahí iba escribiendo y escribiendo. ¡Yo no sabía muy bien si escribía!
Muchas veces la literatura es así, todos tenemos la experiencia de decir que estamos escribiendo una novela y a lo mejor sólo llevamos un folio, pero eso te anima muchísimo. Antonio [Muñoz Molina] y yo lo hemos hablado muchas veces: cuántas novelas dice uno que se están escribiendo cuando te tomas dos cañas, ¿no? En ese momento ves que la cosa está hecha, que todas las ideas las tienes en la cabeza y que ya está acabado. Pero, al fin y al cabo, los libros están hechos de sueños. Primero es un sueño que no sabes si se va a realizar, y después es mucha disciplina y mucho trabajo. Yo creo que hacen falta las dos cosas. Hay quien defiende que es un rapto de inspiración y eso creo que es cierto, que tiene que haberlo, pero no sólo es eso, y hay quien habla de que sólo es disciplina y tiene que haberla, pero tampoco es sólo eso. Entonces, aquí tenemos este Por un túnel de silencio, que parte de algo que es muy emocionante para el padre del autor, Antonio, y para mí también, porque parte de algo que nos podíamos imaginar. No nos podíamos imaginar que acabara en un libro, pero sí que marcara una infancia, el terrorismo. Probablemente, hubo niños de la generación de Arturo que no tuvieron tantas noticias sobre terrorismo, pero si eres un niño que está viviendo esa tensión en los adultos que te cuidan, porque tu padre escribe artículos muy valientes en El País a favor de las víctimas en momentos en los que eso era difícil; si, además, eres abiertamente crítico (ahora todo esto parece fácil, pero no lo era en su momento)… Por mucho que uno no quiera, acaba hablando de política delante de los hijos. Además de un suceso, que es con el que empieza el libro, que fue el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que tanto nos marcó a todos.
A mí me parece importante el punto de partida: cómo puede un niño vivir un suceso que a los adultos nos marcó tantísimo como fue un asesinato, una muerte anunciada, como fue esa. Eso se vive escuchando la radio —creo que los momentos importantes en España se han vivido más escuchando la radio que en cualquier otro medio de comunicación—, una radio con mucha inquietud como presenciando un horror que finalmente acabó por cumplirse. Y ahí, en esa escucha, estaba Arturo Muñoz Vico, escuchando las cosas que se decían en la radio, las cosas que decía su padre, las cosas que decíamos nosotros, tratando de interpretarlo y tratando luego de convivir con ese miedo que se produce en las mentes infantiles cuando los adultos hablan de cosas que parece que pueden pasar a los pocos días (no sé si fue al día siguiente la gran manifestación contra el terrorismo de ETA).
También está esa pregunta de los niños que se formula aquí como inicio: ¿por qué mi padre tiene que meterse en estas cosas? Yo creo que esa es una pregunta que se hacen los niños y que también se hacen los padres. Muchas veces nuestros padres han visto que escribíamos artículos y decían: «¿Por qué mi hijo se tiene que meter en esas cosas?» ¡Podría escribir de otras! Hay muchos temas de los que escribir… Y los niños se preguntan: ¿por qué mi padre se tiene que meter en estas cosas? Y uno crece acordándose de ese trauma, de esa obsesión, y también coloca las cosas en su sitio y se da cuenta de la importancia de decir la verdad en ciertos momentos y demostrar solidaridad con los más débiles.
Pero el libro no es solamente esto, también es un viaje personal en torno a algo que nos importó y que nos sigue importando mucho a los españoles: es una indagación, es casi una novela de suspense por momentos, es una narración que a veces te pone nervioso porque no sabes de parte de quién está quien lo cuenta… es como estar dando una de cal y una de arena todo el tiempo y dices: «¿Y cuál será el final?, ¿a qué conclusión va a llegar?» Lo bueno de este libro es que es una escucha a los seres humanos y las conclusiones las saca el lector, más que el autor. Está bellísimamente escrito, creo que es una prosa limpia, fuera de todo artificio. Eso es muy difícil y —sobre todo— creo que es muy difícil siendo joven, porque cuando uno es joven tiende a ser mucho más amanerado que cuando uno va cumpliendo años y se va quitando adjetivos de encima. Es un libro que he vuelto a leer para presentarlo y me ha gustado más ahora que la primera vez, Arturo, así que es un libro que se puede leer dos veces. No quiero hacer más larga la presentación porque hemos venido a escuchar a Arturo, que ya se le han quitado los nervios. Me gustaría que empezáramos, claro, por el principio, por ese recuerdo o fogonazo que no sé si fue el motivo del libro o lo fue el haber conocido a un hombre que te hizo proyectar su experiencia personal sobre algo que tú podrías indagar.
Arturo Muñoz Vico (AMV): Buenas tardes, muchas gracias a todos por venir. Sí, esto que cuentas sobre las visiones infantiles de este tipo de cosas, que ocurrieron hace no mucho tiempo, determina mucho el punto de partida y mi visión sobre ello. Como a cualquier niño le puede pasar, siempre que su familia está en peligro, inmediatamente hace una separación clara entre gente con la que simpatiza y gente que identifica como enemiga, por así decirlo. Entonces, esta primera experiencia que tuve con todo el tema del conflicto vasco, del terrorismo, creo que en mi cabeza infantil delimita muy claramente una serie de categorías que luego me van a servir también cuando conozco al guardia civil que protagoniza este libro. En el momento del que tu hablabas, en ese verano de Miguel Ángel Blanco y un poco después, todo el que yo consideraba que se parecía a mi padre —como una persona que se oponía frontalmente al terrorismo, y hablaba públicamente de eso— para mí era, digamos, de los míos. Era una persona con la que yo simpatizaba.
Por otro lado, cualquiera que pudiera proteger a esas personas que consideraba mías, también era de los míos. Desde políticos a periodistas, o la Guardia Civil, por ejemplo. Y cuando más adelante conozco a un guardia civil que —me dice mi amigo Mario— ha estado en el País Vasco y ha pertenecido a un grupo de información que ha luchado contra el terrorismo, rápidamente lo incluyo en el saco de los buenos, lo meto en el grupo de gente con la que yo simpatizo, porque aprendí a simpatizar con ellos en los momentos en que a mí me afectaba todo esto. Me acerco a él atribuyéndole esa etiqueta de “bueno”, de “víctima”, de “héroe”, de la persona que en mi fantasía infantil podría proteger a mi padre, si le pasaba algo.
La cosa se complica cuando veo que esta persona, el padre de mi amigo, no vivió en el País Vasco durante la democracia sino durante la dictadura. Entonces, ese primer esquema sencillo que tengo en la cabeza de “bueno” y “malo” es sustituido por otro, en el cual esta persona ya no merece mi simpatía, sino que se vuelve inmediatamente sospechosa porque para mí —utilizando otra vez un esquema fácil— él pertenece, no a las víctimas con las que yo simpatizaba, sino a los verdugos, porque fue un guardia de la dictadura. Ese conflicto, con tanta idea cuestionada, es lo que a mí me despierta una confusión y es lo que me hace ver que hay algo ahí muy misterioso que no entiendo y que quiero comprender.
En los cursos de escritura creativa a veces los profesores recomiendan a los alumnos que escriban sobre algo que conozcan mucho, es algo que se suele decir a las personas que están empezando: “Escribe sobre aquello que sepas”. Pero a veces esa idea no es buena, es mejor escribir sobre algo que te despierte mucha curiosidad y sobre lo que no sepas prácticamente nada. Y a mí me pasó eso con este libro. Por un lado, me sentí fascinado por la historia de este guardia civil, que no encajaba en los esquemas que yo me había hecho; y por otro me di cuenta de que yo sabía mucho menos de lo que yo pensaba saber, o creía más o menos conocer del conflicto vasco.
EL: Iremos poco a poco. ¿Te encontraste con que tu generación está más preparada para mirar todo eso que pasó sin ese esquema simple que tú dices de buenos y malos? ¿Que está más preparada para ver matices que la nuestra, que lo relaciona todo más con la dictadura?
AMV: Puede ser. En cierta medida yo creo que la gente de mi generación ha sido un poco menos ideológica. Es posible que haya habido menos teoría política en nuestras cabezas. Pero, por otra parte, también me parece que sin necesidad de que intermedie la teoría, la gente hoy en día, aunque no sea por ideología, es muy binaria, contra lo que a veces parece venderse. Es muy de “esto es malo y esto es bueno” y “esto lo quiero y esto no lo quiero”. Pero, por lo menos en mi caso, creo que sí había una distancia. Yo no tenía una ideología demasiado arraigada o que me cegara, pienso.
EL: Es curioso que hayas elegido un título que es un verso de Lorca y esa idea del guardia civil, ¿no? El tricornio de la sombra…
AMV: Claro, es un poema que acredita un poco esa visión de pronto terrible que yo tengo sobre este guardia, sobre el cuerpo al que pertenecía la policía de Franco, ¿no? Dice Lorca en su poema: «tienen, por eso no lloran, de plomo a las calaveras». Es decir, inmediatamente le quita…
EL: Humanidad.
AMV: Con razón, porque habla del asalto a un poblado gitano, porque realmente la Guardia Civil ya en esa época, y en el franquismo, hacía verdaderas barbaridades. El poema también certifica eso, esa especie de deshumanización de ciertos seres humanos.
EL: Luego te encuentras, antes de entrar en el asunto terrorista, que este guardia civil, que además es una buena persona y es un buen personaje, te empieza a hablar de la precariedad y de la pobreza en la que vivían los guardias civiles. Es decir, que primero hay una presentación de cómo ha sido la vida de la gente de ese cuerpo, ¿no? Y yo creo que es una forma de verlos, es gente de clase humilde en general, a no ser que tengan una graduación alta.
AMV: Sí. Todas estas cosas, de cómo vivían los guardias del último tramo de la dictadura, todo este relato que me hace Paco, el protagonista, por ejemplo, de las armas que le daban para su trabajo, tan malas y tan viejas que en las pocas ocasiones en que tenían que usarlas… En un caso que me contó, dispararon contra un coche y las balas no llegaron a traspasar la chapa. De todas las balas que dispararon él y cuatro compañeros, solo una perforó el cristal y cuando encontraron luego el coche estaban como un poco hundidas las chapas… Y las condiciones de los propios cuarteles: llenos de humedad, camas diminutas… Hay una foto en que sale Paco, el protagonista, que, además es un tío grande, que no cabe prácticamente.
EL: Que no tenían servicio.
AMV: Claro, no tenían baño en su habitación, no tenían lavabo, tenían que compartirlo con otros 20 guardias. Las condiciones eran realmente muy, muy pobres.
EL: Él venía de una familia de guardias civiles. Como solía pasar, ¿no?
AMV: Sí, él no había tenido educación, lo habían quitado de los estudios a los doce años. El único oficio que él conocía de cerca era el de la Guardia Civil, porque su padre había sido guardia, un tío suyo había sido guardia… En su caso no había ningún tipo de vocación. Pero claro, todos estos detalles que yo cuento al principio del libro, son cosas que rescato después, cuando ya he terminado prácticamente la investigación. Pero son detalles a los que yo al principio no presto atención, porque estoy demasiado cegado por la idea de que este hombre que yo pensaba que iba a ser un héroe resulta que es un villano, ¿no? Porque es un guardia de Franco y yo lo que quiero es que me cuente cómo se torturaba a la gente en el cuartel donde él trabajó.
EL: Claro, pero luego los has colocado al principio, ¿no?
AMV: Claro, porque me doy cuenta de que yo no estaba escuchando. Lo tenía delante y no lo escuchaba.
EL: Y hay un viaje muy conmovedor para entender un poco cómo era la vida de los guardias civiles rasos de esa época, que es el viaje que hace este andaluz al País Vasco. No sé cuántos años tendría, pero era jovencísimo, ¿no?
AMV: Sí, 19 años.
EL: 19 años. No sabe nada. No sabe nada del sitio al que va.
AMV: De hecho, ni siquiera sabe bien a qué pueblo va. Otra cosa que es muy importante: cuando se licenció en la academia, él pidió que lo mandaran destinado a Levante. Decía que le atraía el mar y quería que lo mandaran a Valencia o a Alicante o a Castellón de la Plana… Y, de un día para otro, descubre que lo han mandado a Vizcaya; pero no sabe nada más tampoco. Entonces llega a Vizcaya, llega a la comandancia de la Salve de Bilbao y le dicen en ese momento a qué sitio va. Otra cosa curiosa: nadie lo espera en la estación cuando llega a Bilbao; nadie lo lleva al puesto de Bermeo, que es el primero que tiene; él va con dos maletas, con el rifle al hombro, en el tren de cercanías pagándose el billete de su bolsillo. Eran personas muy abandonadas por el cuerpo al que pertenecían. Aunque ahora consideremos, a veces correctamente, a aquel cuerpo como un cuerpo duro, un cuerpo represor, las personas que eran guardias rasos, eran muy, muy maltratados por sus superiores.
EL: Entonces este joven llega al País Vasco y siente como una especie de identificación con esa sociedad.
AMV: Sí, a le encanta el País Vasco, que es otra de las cosas llamativas. Él viene de Granada, de una familia muy pobre. Dice que cuando llegó allí solo había visto una vez el mar, que lo había llevado su padre a verlo, pero que ni siquiera había llegado a bañarse. Y cuando llega allí, al País Vasco, se encuentra la vegetación frondosa, la comida, las fiestas de los pueblos…
EL: Es más, dice que parece Andalucía.
AMV: Sí, hay una parte que le recuerda a Andalucía en cuanto a la cosa un poco comunitaria y festiva de las reuniones sociales. Y él alucina con eso. Y es algo que también dice mucho del poco conocimiento que él tenía, no solo del País Vasco, sino de lo que podía implicar el País Vasco para él a nivel político, como peligro, por ejemplo … Él no sabía lo que era ETA, realmente. Había escuchado alguna cosa, pero es que en ese momento ETA había cometido solamente un par de atentados.
EL: Y entonces empieza a darse cuenta, empieza a ver indicios del sitio en el que está.
AMV: Sí, al principio tarda. Yo le he preguntado: «¿Y qué pasó? ¿Cuándo empezaste a usar el arma? ¿Cuándo pusieron la primera bomba? ¿Cuándo desactivaste el primer explosivo?». Y él lo que me contaba era: “pues mira, yo llegué con 19 años, me eché a una novia que era la más guapa del pueblo, que era hija de un armador, que…” Te empieza a contar todo este tipo de cosas, curiosamente, pero tú lo que estás intentando crear es un relato político. O en su defecto, un relato triste, dramático. Y ves que esta persona que llega al País Vasco como guardia civil, de pronto tiene una vida bastante alegre, en la que disfruta de un montón de cosas. Hasta que, como dices, poco a poco, pues, sí empieza a haber algunos indicios. Él trabaja —sobre todo en esos primeros años— en el servicio de vigilancia rural y de costas. Él se ocupa de que no entre gente a pescar sin permiso, de que no haya gente haciendo fuego y cosas de ese tipo. Trabajo muy duro. Él tiene que hacer, por ejemplo, servicios de 24 horas en un repetidor de televisión española. Y era un trabajo durísimo. Y de pronto un día, empieza a aficionarse a leer el periódico. Y un día un capitán, que acaba de llegar a Vizcaya, lo llama, porque le dieron una referencia (le dijeron que era un tío listo). Era un capitán que quería montar un grupo de información porque se habían dado cuenta de que era la manera de luchar contra el fenómeno de ETA, que estaba ya emergente y ganando cada vez más fuerza. Fue la primera vez que las autoridades tuvieron conciencia de la gravedad que podía tener y se montan estos primeros grupos de información. Entonces, un día él llega al cuartel y hay un capitán que le dice: “oye, te voy a quitar de ese trabajo tan duro que tienes, te voy a quitar del campo y te vas a venir conmigo a trabajar como miembro del grupo de información”. Casi como espía. “Te van a quitar el uniforme, vas a trabajar menos horas, te vamos a subir un poco el sueldo…”. Entonces él ve el cielo abierto ahí. No porque le parezca especialmente interesante ese trabajo o porque tenga una vocación de combatir el terrorismo ni mucho menos, simplemente —al menos al principio— porque ve que sus condiciones de vida van a mejorar. No se va a mojar en el campo, no va a pasar frío, va a tener una serie de comodidades que para él son fundamentales. Y al entrar ahí es cuando ya se empieza a ver lo que está empezando a ocurrir.
EL: Claro, lo increíble es que ahora vemos un montón de veces a la Guardia Civil en televisión hablando de los rastros informáticos, de los rastros sobre la pederastia… cosas que son complicadísimas de rastrear y que tienen servicios muy sofisticados, pero este hombre tiene un trabajo un poco de corta y pega, de coger unas tijeras e ir recortando cosas en el periódico… ¡Es una cosa increíble!
AMV: Claro, uno tiende a pensar que la Guardia Civil, como aparato represor del Estado, sería algo muy complejo, muy preparado y, en realidad, en algunos casos se parecía más a Mortadelo y Filemón. Él no recibe ninguna formación para esto. Tenía, por ejemplo, un compañero que se encargaba de ir a un bar y pedirse tres chacolís, vestirse “un poco tal” y pegar la oreja; y tomaba notas como «he visto a este y a este juntos». Funcionaban así. Había otro que era aficionado a la fotografía y como tenía una cámara que usaba para hacer fotos del campo, pues empieza a utilizarla para hacerle fotos a un coche o a una matrícula para luego comprobarla en el ayuntamiento… Paco se lee el periódico todos los días y cuando encuentra una noticia que piensa que puede servirle, la recorta y la pega en su archivador… Funcionaban de esta manera tan rudimentaria.
EL: Y vamos con la parte difícil, porque que en algún momento tienes algún problema moral de decir: «bueno, estoy aquí hablando con el padre de mi amigo, que me está contando la precariedad de la Guardia Civil, etc. pero al mismo tiempo te vas informando de lo que ocurrió en esos dos años…».
AMV: Son tres años y pico los que está en información, más otros dos. Está, en total, cinco años y medio. Pero sí, los dos últimos son los más duros.
EL: Entonces, ¿no tuviste en algún momento la tentación de dejarlo? Por decir, «aquí me estoy metiendo en un terreno…».
AMV: Sí, varias veces. Yo descubrí que Paco, el guardia que protagoniza el libro, había pertenecido al grupo de Capitán Hidalgo, del que la única noticia que había en internet era que se distinguía por los malos tratos que daba a los presos. Incluso lo relacionaban con ciertos asesinatos que se habían cometido no solo en el País Vasco, sino también en Madrid, por parte de elementos ultraderechistas que tenían conexiones con la policía o con la Administración. En uno de los nudos del libro, hay en Madrid un asesinato, en enero del 77; un hombre de los Guerrilleros de Cristo Rey mata por la espalda en una manifestación a un sindicalista que se llama Arturo Ruiz. Este hombre se llama José Ignacio Fernández Guaza. Después de matar a ese estudiante en la manifestación, huye. Y yo descubro que en su huida, que luego acabó en Argentina, se ha escondido en el cuartel de Guernica donde trabajaba Paco Trassierra. A Paco Trassierra lo apodaron «Patxi». Yo estoy viendo artículos y encuentro un periodista que decía: “Al guardia civil que ayudó a Fernández Guaza a escapar lo apodaban Patxi”.
Entonces me digo, por un lado, el padre de mi amigo es un hombre que me trata muy bien, que es muy generoso, que es simpático; pero, por otra parte, quizá me está engañando y me quiere contar la historia que a él le interesa y está involucrado en este asesinato. Y claro, eso te genera mucha incomodidad. No sabes para dónde ir, sobre todo porque no es una persona cualquiera. Para mí es casi un familiar, porque lo he visto durante un montón de años. Es una persona que venía a los conciertos que yo daba con mi grupo, porque su hijo era el batería de mi grupo, ¿no? Entonces sí, claro, a veces tengo la tentación de decir: “bueno, aquí, o descubro qué ha pasado o lo dejo”.
EL: Claro, porque él siempre te habla o bien de la precariedad de la Guardia Civil o bien de que le gustaba el País Vasco… Ese tema sobrevuela, pero nunca llega. Tú intentas que él te cuente algo que él no te está contando.
AMV: Sí. Él esquiva todo el rato eso. Una cosa importante es que yo nunca llegaré a saber bien lo que hizo él, y también creo que es así en la vida… Tú no llegas a conocer del todo a las personas, creo que esa parte de misterio está bien que se quede así en el libro. Al principio era una idea que a mí me incomodaba mucho. Yo quería decir: “Esto es lo que pasó”; pero creo que hay una parte que yo simplemente no voy a saber. Además, el carácter militar que tenía la Guardia Civil era de una lealtad total a sus compañeros. Él nunca delataría a un compañero, no diría nada. Entonces, este tema lo esquiva siempre. Nunca he llegado a saber si es que es un poco inocente o se lo está haciendo. Tiene esa parte que para mí era muy atractiva, de no saber realmente qué hay dentro de su cabeza.
EL: Cuando vas avanzando en el libro, ¿piensas en algún momento que uno no actúa solamente según le pide su voluntad o su ética, sino según el lado que te toca en la vida?
AMV: Sí, entender eso es lo que a mí me hizo no jugar tan a la ligera a este hombre. Eso que decía Primo Levi, que a él le molestaba mucho cuando hablaban de los presos de Auschwitz como héroes. Decía: “Allí no éramos héroes”. Tú no puedes maltratar a una persona como nos maltrataban a nosotros y no darnos comida y matarnos y gasearnos y, encima, exigir a esas personas una pureza moral desde tu posición de ahora. Eso también hizo que me preguntara: ¿qué habría hecho yo si hubiera sido Paco? Si vengo de Granada, una familia pobre, un capitán me ofrece un buen trabajo, vivo en un cuartel donde apenas tengo contacto con la población, no tengo vacaciones, no tengo seguridad social, trabajo 15 horas al día, si me huele la boca a vino un día me voy a quedar encerrado en el cuartel porque el capitán me va a castigar, a mi mujer le están haciendo la vida imposible en el pueblo… Encima yo te voy a exigir que si el capitán te pide que vayas al monte a sacar a un preso para asustarlo, te voy a exigir que no, que tú le digas: “No, no quiero hacerlo porque yo soy un demócrata y yo soy bueno”. Es una visión muy tonta, muy fija, la que podemos tener a veces si no nos ponemos en el lugar de las personas.
EL: Y al mismo tiempo que te pusiste en el lugar de Paco, del guardia civil, conociste a otra gente en el País Vasco; que había estado, por así decirlo, en el lado más oscuro.
AMV: Sí, sí.
EL: ¿Y qué sentías cuando hablabas con esa gente? ¿Alguna vez sentías algún tipo de comprensión?
AMV: Claro. Por eso hablo del misterio, ¿no? Por un lado, está bien que haya cosas que no se sepan, también en el libro resulta a veces desesperante, porque dices: “Bueno, ¿qué ha pasado?”. Entonces, en un momento dado, por una serie de casualidades, conozco a personas que han vivido la misma historia que me cuenta Paco. Justamente, conozco a la persona que puso la bomba que Paco me cuenta que desactivó. Conozco al que la puso allí… Entonces, esa parte de oscuridad que había en la historia de Paco, de pronto, empieza a alumbrarse con otra mirada y con otro testimonio: de una persona que había pertenecido a ETA político militar, de otro que había sido un sindicalista, una mujer que había sido la limpiadora del cuartel en los años en los que sucedió todo esto… Es decir, me permite acceder a todo lo que yo quería saber desde el principio y que Paco no me contaba, de pronto hay una serie de personas que lo han vivido exactamente al mismo tiempo, pero desde el otro lado. En el momento en que voy al País Vasco, he recuperado un poco la simpatía hacia Paco. La he recuperado tanto que, de pronto, soy como un poco insensible a la historia de estas personas. Ya he entendido que soy injusto con Paco, que debía haberlo escuchado mejor, que debía haber atendido a lo dura que fue su vida en el País Vasco. Y cuando ahora me encuentro con gente que, por ejemplo, había sido torturada o golpeada o detenida o maltratada en el País Vasco, hay un tramo en el que no quiero escucharlos, porque eso pasa en la vida, formas tus simpatías, que suelen ser muy rígidas y que suelen dejar a mucha gente fuera. En el momento en que vuelvo al País Vasco, para mí esas simpatías están de nuevo de parte de Paco y me cuesta un poco escucharlos a ellos. Pero al final es cuestión de tiempo, tú estás con una persona y al cabo de una hora, a menos que sea un psicópata, vas a sentir una cierta simpatía.
EL: Hablas con esa mujer de la limpieza, de ese cuartel, y creo que es uno de los momentos más interesantes, más reveladores del libro.
AMV: Sí, porque también es una mujer que a mí no me despierta ningún recelo. Yo al principio conozco a una persona que estuvo en ETA político-militar, con compañeros que mataron a gente (él no, pero por casualidades). Eso te da como un reparo, te impide confiar del todo en lo que esa persona pueda contarte. Entonces, por casualidad, descubro a esta persona, que era una señora ya muy mayor, de ochenta y tantos años, que había limpiado el cuartel. En aquel momento, para los detenidos en el cuartel de Guernica, las condiciones eran muy duras, no les daban, por ejemplo, ni un bocadillo, no les daban agua, no les dejaban ir al baño; y esta señora limpiadora, por piedad, de vez en cuando les colaba un bocadillo en el cubo de la fregona, o les daba los pantalones de su marido porque se habían meado encima. Entonces, las historias que esta mujer me cuenta, para mí, son fundamentales, porque no están filtradas por la política. Ella era una persona muy, muy pobre, no tenía ni agua en la casa donde vivía; trabajó por cuatro duros en el cuartel de Guernica y su visión, más con ochenta y tantos años, no es sospechosa ya de nada, es decir, lo que ella me cuenta es como la medida de todo. Me hizo sentir que lo que ella me contara sería verdad. Y también creo que es un momento importante del libro para rebajar un poco la especulación, la fantasía, dejar de darle vueltas en la cabeza a que no sabes hasta qué punto las cosas son reales o no. Esta mujer me dio una medida de la realidad.
EL: Hay otra mujer que es importantísima en el libro, la mujer del guardia civil, que a mí me parece un personaje que va contra el tópico. Va contra el tópico de lo que son las familias de los guardias civiles, contra lo que puede ser una mujer de esa generación, casada con un guardia civil, que se va allí al País Vasco, porque ella es —por dividir el mundo de manera simple— la inteligente de la pareja. A ella no le gustaba que su marido fuera guardia civil, desconfía mucho del clasismo que hay dentro de la Guardia Civil, no le gusta cómo la tratan a ella por ser de menor rango que las mujeres de otros guardias civiles. Es muy perceptiva con todo lo que ocurre y además se declara de izquierdas. Me parece un personaje complejo, incluso muy crítica con su marido también.
AMV: Sí, ella es la prueba de que las cosas son muy complicadas. Conocerla a ella para mí fue fundamental, también porque hizo que cuestionara las concepciones simples que yo tenía acerca de todo esto. Esta mujer, que entonces era una chica de 18 años, que tenía a su primo en el Partido Comunista, que quería estudiar; empieza a salir con Paco y con mucho recelo hacia el mundo de la Guardia Civil —tanto que a veces se avergüenza de él y le oculta a sus amigas que era guardia civil, diciéndoles que es de la policía secreta, que a ella le parece como un poco más aceptable—. Me hizo pensar: “si esto existe, si es posible que una mujer como ella, inteligente, progresista, nada sospechosa de simpatizar con la dictadura, ha vivido con Paco y ha estado a su lado y lo ha comprendido, ¿cómo yo ahora no voy a hacer un mínimo esfuerzo para entenderlo?” Su historia es muy curiosa porque, siendo ella así, una persona que si hubiera podido elegir no habría elegido esa vida… Ella siempre habla de la voluntad de ser periodista o profesora o… Lo que aprendí con Nuria es que la vida es muy accidental también, que creo que es otra idea importante en el libro. No solamente en el desarrollo de un conflicto como el vasco, sino en cualquier vida. ¿Hasta qué punto tú eliges las cosas? Ella, como te digo, no se habría pasado la vida viviendo en cuarteles, rodeada de guardias civiles, tratando servilmente por obligación a los superiores de su marido y recibiendo un trato denigrante… Pero es que a veces en la vida pasan cosas que no controlas y te tienes que adaptar a ellas.
EL: ¿Y cómo crees que era ser mujer? Porque ella era una mujer con educación, con cultura y con inquietudes. ¿Cómo crees que podía ser mujer de un guardia civil en el País Vasco en aquel momento?
AMV: Bueno, a veces muy humillante. Ella, por ejemplo, cuenta que cuando dio a luz, en un hospital militar, para desayunar le llevaban un pan duro y leche solamente, no le daban café. Como en ese momento el hospital militar estaba muy lleno, al lado le pusieron a la mujer de un oficial. Normalmente eso no lo hacían, no las mezclaban. Pero de esa manera ella pudo ver que a la mujer del oficial le daban zumo de naranja, le daban cruasanes tostados con mantequilla y mermelada, le daban café con leche caliente… Una al lado de la otra y a esta mujer embarazada le niegan una alimentación decente. Ese tipo de castigo… A ella le hicieron un examen para casarse con Paco. Le preguntaron por las simpatías políticas que había tenido su familia durante la Guerra Civil o si su padre había estado adscrito a algún sindicato antes de morir, si ella iba a misa, por ejemplo. Una serie de abusos y de desprecios que tuvo que aguantar durante muchísimos años. Y ella no era el tipo de persona que aceptaba eso. Para ella fue un castigo muy largo, durante mucho tiempo, y un sufrimiento muy dilatado. No llegó nunca a aceptar la jerarquía.
EL: Y luego estaba el vivir en ese entorno.
AMV: Claro, vivir en un entorno súper cerrado. Ella también hizo un esfuerzo por vivir en el pueblo, pero a partir de cierto momento la identifican como una chivata. Cuando va a comprar a una carnicería, la atienden rápidamente para que se vaya, para que no escuche nada. O la insultan por la calle… Entonces su vida, la de una persona a la que le encanta leer, le gusta comprar el periódico por la mañana, ver películas, no sé qué, se reduce a vivir en un cuartel cutre con un montón de guardias civiles que no le caen bien, pero no puede escapar de ahí. Es una idea terrible si lo piensas, como una especie de cárcel.
EL: Aquí tienes personajes, unos están muertos y otros están vivos. Pero convivir con los personajes sobre los que uno ha escrito es complicado. Porque ellos tienen que leerse y no sé si dan su aprobación, pero también te pueden dar mucho la lata. ¿Cómo está siendo la convivencia con los personajes en la vida real?
AMV: Pues yo cada vez me doy más cuenta de la suerte que he tenido con Paco, con el guardia que protagoniza el libro, porque él ha sido muy generoso conmigo y podía no haberlo sido. Es decir, yo hablo de una serie de hechos que no dejan bien al cuerpo y al grupo al que él pertenecía. Sin embargo, él no ha cuestionado nunca nada de lo que yo he escrito. Yo tenía claro que no quería cambiar nada para que él estuviera contento. O sea, no quería adecuar la escritura a su expectativa política, por así decirlo, pero tampoco quería publicarlo si le iba a traer problemas. Entonces, cuando él lo leyó y me dijo que sí, que para adelante, pues fue una sorpresa, porque no ha sido así en otros casos. Hay otras personas en el libro que, aunque al principio colaboraron conmigo —y sigo estando muy agradecido y siento todavía cariño por ellas— ha habido algún momento en el que se han rebotado, se han puesto en algún caso un poco agresivas conmigo, han intentado de alguna forma boicotear la publicación del libro…
EL: ¿Tuviste “miedo” en algún momento? Es decir: “Bueno, me estreno con un libro sobre un asunto que todavía es espinoso”. No es algo sobre lo que se pueda opinar a la ligera, hay que tener cuidado con lo que se escribe porque se hieren muy fácilmente sensibilidades.
AMV: Sí, yo no pensaba en eso en absoluto durante el tiempo en que escribí el libro, porque bastante difícil era escribirlo como para estar pensando en si luego se publica o… Era algo que no estaba en mi cabeza y hasta muy al final no fui consciente de que todavía era un tema espinoso, incluso cuando ya estaba terminado, incluso cuando ya lo habían leído todas las personas que aparecían, parecía que no había problema. Pero cuando se acercaba la publicación, de pronto hubo alguna reacción un poco más agresiva y me di cuenta de que todavía hay ahí algo negro, que todavía hay algo un poco podrido, yo creo.
EL: ¿Lo has presentado en el País Vasco?
AMV: Todavía no, lo haré seguramente en otoño. Bueno, sí que he tenido ya reacciones de alguna gente de allí que lo ha leído. Bien, pero no siempre. He recibido alguna palabra fea, del tipo: “¿Por qué hablas de esto? ¡Tú no tienes ni idea!”.
EL: ¿Alguien te ha dicho que por qué hablas de esto sin ser de allí?
AMV: Sí. El otro día por Instagram escribió uno: “¿Por qué estás en el caso del País Vasco?” Me decía: “¿Tú no sabes que la Zarzuela financiaba los atentados de ETA?”. Quizás se emocionó un poco… También en la presentación en Granada un guardia civil que se levantó y me dijo que no hablara así de la Guardia Civil, que no dijera que era un cuerpo represor, que no utilizara esa palabra, me levantaba el dedo y me repetía. Yo no me he dado cuenta, sorprendentemente, porque ahora parece obvio, de que era un tema todavía muy delicado. Y también entiendo a esa gente, que hay cosas que no he vivido como ellos, entonces entiendo que les duela y que opinen, claro.
EL: Bueno, eres tranquilo entonces con respecto a eso.
AMV: Sí. Bueno, luego me afecta también, cuando me dicen algo. Pero lo entiendo, no pretendo convencer a nadie.
EL: ¿Cómo definirías del libro? Yo lo veo entre el periodismo y una cierta forma como de novela, ¿no?
AMV: Pues no lo sé muy bien. Sí que tiene, supongo, algo de valor periodístico en cuanto a ciertos detalles de la vida real de entonces, que quizás de otra forma no se podrían obtener, habría que imaginarlos. Yo nunca habría sabido qué pasaba la limpiadora, escondido entre los trapos en el cubo de la fregona… Sí hay una parte documental: hechos que están ahí y que igual no se habían contado tanto.
EL: Va muy en la línea de lo que se llamó nuevo periodismo, aunque ya no es nuevo.
AMV: Sí, hay algo de eso. En el sentido de que el aprendizaje que puede ofrecer es más parecido al de una novela. Tú tienes la sensación de que estás percibiendo algo verdadero, pero que no es completamente demostrable. No estás ante un informe histórico. Y en eso creo que se parece más a una novela que a otra cosa, en ese tipo de aprendizaje no empírico que yo he experimentado escribiéndolo y que quizás otras personas puedan sentir leyéndolo.
EL: Y para cerrar, esto es como un concierto, hay que empezar “arriba” y terminar “arriba” también. Y como en un concierto de jazz, hay que acabar con la primera frase que se ha expresado. Ahí está tu padre en la primera página de la novela. Cuando leyó el libro y se vio en la primera página de la novela… ¿Qué te dijo?
AMV: Me lo escribió luego en un correo, que esa parte le había emocionado. El otro día, en una entrevista de la SER, me pusieron unas palabras muy duras que él dijo en aquel momento contra el mundo de ETA o de Herri Batasuna. Lo escuché y me temblaron un poco las piernas, decía que deseaba que esas personas se murieran de vergüenza cuando pasado el tiempo hubieran entendido la crueldad del asesinato como arma política. Y yo entiendo que no era fácil referirse a esta parte del libro, nada más leerlo, por eso quizá lo hizo por escrito. Pero bueno, yo creo que el libro le ha gustado.