Los placeres sencillos

Rafael Narbona (2024): Maestros de la felicidad, Barcelona, Roca Editorial. [544 pp., 20,80 €].

 

Transcripción del diálogo sobre el libro de Rafael Narbona Maestros de la felicidad, celebrado en Donostia-San Sebastián, Koldo Mitxelena Kulturunea, 11 de diciembre de 2024. Publicado con autorización de los participantes.

 

 

Rafael Narbona es uno de los críticos literarios y divulgadores más considerados en la actualidad. Sus artículos se publican regularmente en El Cultural, en Revista de Libros, en Quimera… y participa en la tertulia de Julia en la Onda o en pódcast o en medios como YouTube. Este diálogo trata sobre su vida y obra a través de su último libro. El séptimo de una lista creciente, que ha tratado desde los autores místicos a los clásicos de la literatura, desde las aventuras idealistas de Tintín a los crudos testimonios biográficos… El de hoy, que ha vendido ya más de 20.000 ejemplares, tiene un poco de todos los anteriores.

 

Juan Alberto Vich Álvarez: Rafael, ha habido cierta dificultad a la hora de definir qué tipo de trabajo es éste. ¿Cómo lo describiría?

Rafael Narbona: Mi intención era escribir una historia de la filosofía que se pudiera leer casi como una novela. Por eso utilicé como hilo narrativo mi experiencia autobiográfica: desde la pérdida de mi padre a los ocho años —que fue particularmente dolorosa y que ha marcado mi visión de la vida, mi interpretación de las cosas— hasta mi experiencia docente. Quería hacer un texto en la línea de lo que se llama en el mundo anglosajón «alta divulgación»; es decir, que alguien que no estuviera especializado en filosofía pudiera conocer el pensamiento de Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Kant… y al mismo tiempo, convertir esa historia de la filosofía en una herramienta para afrontar las dificultades inherentes a la vida: los filósofos son grandes maestros de la felicidad. Hay algunos particularmente pesimistas que yo he excluido del libro, como Schopenhauer, Maquiavelo, Hobbes o Cioran, pero hay otros muchos que destacan la dignidad del ser humano y los recursos que tenemos para superar la adversidad; con lo cual, mi obra Maestros de la felicidad está a medio camino entre lo narrativo y lo especulativo, entre lo filosófico y lo literario. En definitiva, una especie de novela filosófica, con un alto componente autobiográfico y un acercamiento a la historia de la filosofía para no especialistas.

 

JAVA: Desde luego, es una historia de la filosofía muy atípica. En efecto, no es en sí un manual didáctico, como tantas y tantas historias de la filosofía que conocemos (la de Copleston, Russell, Durant, Hirschberger…) y, por supuesto, no es un libro de autoayuda. Esto no significa que no aprendamos con él ni que no pueda ayudarnos en gran medida, como siempre hicieron y lo siguen haciendo los clásicos. ¿Qué suponen estos autores para usted? A nivel intelectual, a nivel vital…

RN: He recogido casi al ochenta por ciento de los grandes autores de la historia de la filosofía. Por ejemplo, he omitido a Hegel, tal vez porque tenía un carácter muy técnico (aunque sí está Heidegger). No he querido hacer un libro de autoayuda en el sentido más pueril del término. Ahora mismo el mercado editorial está inundado de libros de autoayuda y muchos lo único que dicen son bobadas, consejos muy fáciles y superficiales. Yo he querido demostrar que el pensamiento clásico tiene una serie de recursos que están a nuestra disposición y esto no es una hipérbole, fijémonos en el éxito que están teniendo los estoicos ahora mismo. No dejan de aparecer ediciones de las Meditaciones de Marco Aurelio, de las Epístolas Morales a Lucilio de Séneca o textos de Epicteto. He querido ir buscando en cada autor los argumentos que nos ayudan a celebrar la vida porque hay un problema en la historia de la filosofía y en la literatura, y es que el pesimismo muchas veces se desboca; por ejemplo, al leer Macbeth, leemos que la vida solo es ruido y furia, un cuento que nada significa, la narración de un idiota… Shakespeare nos da una imagen bastante trágica de la existencia humana. En España tenemos a Calderón de la Barca diciendo que el mayor delito del hombre es haber nacido. Es difícil encontrarse un autor optimista en la literatura. Casi todos dan una visión demoledora de la existencia, ya sea Samuel Beckett, Céline, Joyce, Faulkner… Sin embargo, otros muchos autores sí celebran la vida, desde una perspectiva trascendente —como San Agustín o Santo Tomás— hasta una más escéptica —como Montaigne—. Es importante rescatar a los clásicos y aprovechar las lecciones que nos han dejado.

 

JAVA: Esta historia de la filosofía, Rafael, está —como es claro— escrita desde el optimismo. Su querido y admirado Javier Gomá llegó a decirme en una entrevista lo siguiente: «quien escribe debe con sus obras ayudar a vivir a quien las lee, darle razones para su existencia y, de ser posible, contribuir a su gozo. La tristeza es tan fácil como respirar. A veces no hay más remedio y, si uno se deja llevar, la naturaleza le empuja a uno a la melancolía. En cambio, la alegría inteligente es rara, sofisticada, milagrosa: una auténtica obra maestra. El literato debe colaborar a que se produzca»[2]. Rafael, sabiendo de algunos episodios difíciles de su vida, mencionados en este libro y en alguno anterior, ¿ha sentido cierta responsabilidad moral de escribir este ensayo? Después de la depresión, de la tristeza… ¿Ha sentido la necesidad de transmitir un mensaje esperanzador?

RN: Sí. Cuando estuve muy deprimido buscaba consuelo en la literatura, una reflexión que trajera un poco de luz. Yo creo que los autores tienen una gran responsabilidad moral, muchas veces no calibran la influencia de lo que escriben y de lo que dicen. De hecho, Cioran, el gran filósofo rumano, se pasó toda la vida haciendo una exaltación del suicidio, incluso en sus libros (Del inconveniente de haber nacido, La tentación de existir, Brevario de podredumbre…) describe el suicidio como un momento de plenitud. Él recibía cartas a diario de gente que se quería suicidar y algunos le ofrecían suicidarse con él. Pero lo cierto es que era un hipocondríaco que vivía lo más cerca posible de un ambulatorio, comía sólo verduras hervidas y cuando se rompía una uña le daba un ataque de pánico y se iba corriendo al médico. No sé si habrá habido casos de gente que se ha suicidado después de leer alguno de sus libros. Yo para decir que la vida es una porquería, no escribiría. Me gustaría que mis libros trajeran a los lectores no fórmulas de autoayuda, sino esperanza, que les reconcilien con la vida y les ayuden a sortear el río del dolor.

 

JAVA: Los reflejos autobiográficos en el libro aproximan mucho al autor y al lector, siendo —además— otra característica nada habitual en este tipo de textos. El estilo también es agradecido para el público no especializado, al no emplear una escritura compleja ni oscura que han querido que se le atribuya a la filosofía; es más, al dilucidar incluso la escritura de autores complejos y oscuros (como, p. ej., Heidegger). Y, por supuesto, derroca esa idea de tantos jóvenes, estudiantes de filosofía, quizá la mayoría, que inician la carrera con un halo de melancolía y tristeza tan marcado, creyendo que la filosofía les seguirá guiando por esas sendas. El Eclesiastés de la Biblia, apunta a algo parecido, dice que el conocimiento genera dolor… De modo que la filosofía, puede llevar a uno a un pozo profundo y húmedo, pero —a la vez— es ella misma la que sirve de salvavidas. ¿Cómo salva esta paradoja?

RN: Es cierto que hay jóvenes estudiantes de filosofía, yo incluido cuando tenía 19 años, que se matriculan pensando que inician un camino trágico. Yo a los 18 años leía con pasión a Cioran, Schopenhauer y Nietzsche; me parecía que transmitían un halo particularmente atractivo al mostrar una visión trágica de la vida. Eso se puede disculpar porque era un adolescente. Ahora me parece una soberana tontería y, además, no se corresponde con la realidad. Por ejemplo, Montaigne era un hombre que, dentro de su escepticismo, disfrutaba de la vida. Él pensaba en la muerte a diario, pero —precisamente— para perderle el miedo, para no vivir atemorizado por ella. Descartes también era una persona bastante vital, muy apasionada por el conocimiento. No es el caso, por ejemplo, de Pascal, un hombre más torturado, sobre todo al final de su vida, por sus problemas de salud; pero también hay en Pascal una pasión por saber, por aprender. Yo no creo que la filosofía sea necesariamente un camino hacia la melancolía. Aristóteles no era pesimista, no hay más que leer Ética a Nicómaco. Otro autor al que admiro mucho es Bertrand Russell, a quien ya se lee poco y que tiene una historia de la filosofía muy entretenida, muy amena, muy accesible; también disfrutaba mucho de la vida; me parece que se casó cuatro o cinco veces y que su mujer se quedó embarazada de otro hombre y ni siquiera le dio importancia. «¿Amargarse por esto?» Quiso quitarle importancia y dramatismo a las relaciones humanas. Sí hay autores, como Wittgenstein o Nietzsche, por ejemplo, que son personas torturadas. Pero hay otros muchos que han sido personas vitales y que además transmiten a través de su obra esperanza; por ejemplo, los grandes teólogos del siglo xx. Muchos autores han hecho de la esperanza una bandera; citaría en particular a Bloch, pensador marxista, con El principio esperanza, que es una trilogía extraordinaria. Y aunque él es escéptico, cree que el mañana siempre tiene un caudal importante de promesas a desarrollar. O como, por ejemplo, Walter Benjamín, cuando habla de que no solamente hay que mirar hacia el mañana, sino que hay que rescatar del pasado todas aquellas experiencias que quedaron malogradas o frustradas por las circunstancias y que, sin embargo, tienen un enorme potencial. Nosotros tenemos la obligación moral de rescatarlo y actualizarlo. A la hora de hablar de la historia del pensamiento nos vamos a encontrar con ejemplos de pesimismo, pero también con ejemplos de vitalidad y de optimismo. Yo creo que muchas veces estas interpretaciones vienen sesgadas por la época, sobre todo en Europa, a partir de 1945, después de Auschwitz, después de Hiroshima, después de Nagasaki, se desploma la fe religiosa y luego se desplomará, con la caída del muro de Berlín, la fe en las ideologías políticas. En Occidente nos hemos quedado en un estado de desamparo, no creemos en Dios, no creemos en el Estado, pensamos que el futuro no va a ser utópico, sino distópico, y eso se está propagando el pesimismo, pero yo creo que es un sesgo impuesto por la época.

 

JAVA: Pensaba lo mucho que pueden ayudar los autores mencionados en el libro. Y, de algún modo, creo que ya lo hacen… Hemos comentado el éxito de ventas que están teniendo los estoicos hoy en día, la recuperación que está habiendo, las ediciones y reediciones de autores como Marco Aurelio o Séneca… ¿Cuál cree que es el motivo de su éxito, lo que motiva la necesidad de su lectura hoy?

RN: Muchas de nuestras esperanzas se han visto defraudadas por la historia. Durante mucho tiempo se creyó que el marxismo podía construir un futuro más humano donde no hubiera desigualdad, donde no hubiera pobreza. Después, se descubrió que la Unión Soviética no era más que un régimen corrupto donde no había libertad, donde no había diversidad, donde existían campos de concentración semejantes a los campos de los nazis. Cada vez menos personas se ilusionan por la política; de hecho, ahora mismo se ha creado un clima de polarización y de odio que a mí me recuerda al hooliganismo político. Yo siempre me he definido como una persona de izquierdas, nunca lo he ocultado, pero estoy realmente horrorizado por las querellas internas de la izquierda, por el clima de confrontación que hay, por el hecho de que no se vea al otro como un adversario, sino como un enemigo al cual hay que exterminar. La política se ha transformado hoy en día en un espacio tóxico. La vuelta a los estoicos forma parte de esta necesidad de encontrar esperanza. Sin embargo, los estoicos también tienen sus límites. Por ejemplo, son muy conformistas, no plantean grandes cambios sociales, pero nos dan ciertas normas: celebrar el instante, afrontar la adversidad con entereza, entender que el universo tiene unas leyes que no podemos alterar… Se han convertido en una moda que no sé cuánto tiempo durará, pero no dejan de aparecer ediciones de Marco Aurelio, de Epicteto, de Cicerón… Esto revela que el ser humano necesita raíces, necesita estar vinculado a algo. Yo creo que es importante tener vínculos familiares, vínculos sociales, sentirte vinculado a tu idioma, a tu paisaje, a tu cultura, lo cual no debería implicar —en ningún caso— la confrontación con otros idiomas, con otras culturas; sino la búsqueda de un enriquecimiento mutuo. Me encanta hablar con personas de otras culturas y con otras lenguas, aunque no vamos en esa dirección. La sociedad tiene una impresión de ahogo.

 

JAVA: Conocemos el mundo que nos rodea, sabemos cuáles son sus claves y su modo de funcionamiento, podemos ver los grados de consumo y la importancia respecto a lo material. Lo que ocurre es que, al menos en mi opinión, cuanta más atención recae en la materialidad, menos atención recae en la espiritualidad… «Espiritualidad» que, al menos a priori, poco tiene de ese valor de lo útil y de lo rentable, tan considerados hoy… No sé bien cómo esos jóvenes de instituto, a quienes tan bien conoce usted, pueden llegar a desprenderse de tantos estímulos que nos rodean, de tanto anuncio publicitario y luces de neón, para detenerse a la reflexión. Parece complicado…

RN: Ahora estoy releyendo La utilidad de lo inútil. Como dice su autor, Nuccio Ordine, no hay nada más útil que lo supuestamente inútil, porque el hombre puede vivir sin muchas cosas, pero no puede vivir sin encontrarle un significado a la vida. Tal vez eso explica que tenga tanto éxito el libro de Víctor Frankl, El hombre en busca de sentido, que sigue siendo un best-seller. Él, a pesar de todo, no sólo celebra la vida, sino que rescata una frase de Nietzsche que dice: «quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo», una forma de soportar la adversidad. Desde luego, yo no pienso que lo material pueda proporcionar la felicidad. Yo no sería más feliz por tener un Porsche o por tener un reloj de 400.000 €; tampoco sería feliz si viviera bajo un puente y no pudiera pagarme una comida, cierto grado de bienestar es necesario para vivir con dignidad. Tendríamos que hacer un esfuerzo por enviar a los jóvenes otro tipo de mensajes. En el fondo, el problema es que ya no se lee. Se está materializando un poco la distopía de Fahrenheit 451 de Bradbury: las pantallas, el desprecio por la cultura, el consumo de sustancias que modulan nuestro estado de ánimo… ¿Cómo revertir eso? Ojalá lo supiera.

 

JAVA: A mí quien me dio el más valioso de los consejos sobre lo anterior fue San Agustín, a quien menciona en su libro. Con De Beata Vita entendí que todo deseo implica frustración, porque siempre querremos más… por eso anima a reducir esos deseos y conformarnos y disfrutar de lo que tenemos. Volviendo a la juventud, tampoco debemos ser ni injustos ni ingenuos… Por supuesto, los jóvenes deben disfrutar de todo tipo de placeres…. Aunque no limitarse a ellos. En este sentido, me gustaría reivindicar —ya que se menciona también en el libro— el hedonismo epicureista, que tiende a confundirse con los más radicales planteamientos de Aristipo, fundador de la escuela cirenaica. Si uno lee la Carta a Meneceo de Epicuro —que, por cierto, es muy recomendable— descubrirá que el hedonismo de Epicuro está basado en el menden agan, en el equilibrio, en el no-exceso; se trata de un hedonismo con principios éticos, diría incluso que hasta sano. Aristóteles, también en este sentido, mencionaba en su Carta a Nicómaco que la mayor de las virtudes, la más importante de todas, era la phronesis, la prudencia… Esto podría interpretarse perfectamente como otro tirón de orejas o aviso que pueden hacer los clásicos a los ciudadanos del s. xxi.

RN: Se piensa que lo que están reivindicando los epicúreos son los excesos y el placer desmedido, incluso decir que alguien es hedónico parece una cosa despectiva, pero tanto Epicuro en la Carta a Meneceo como Séneca hablan de lo mismo, que el verdadero placer no se obtiene practicando la ascesis, sino a través del placer moderado y que el placer moderado, el placer más alto, es el placer de carácter intelectual: recitar un poema, contemplar un paisaje, ver una buena película… Esta es la lección fundamental de Epicuro y de los estoicos: que la felicidad viene a través de los placeres sencillos. Los placeres muy intensos siempre producen turbación, tanto los excesos con la comida, con el sexo o con los bienes materiales. Lo cierto es que el ser humano sólo conoce la felicidad cuando es capaz de disfrutar de un paseo marítimo, de la conversación con un amigo o de la lectura de un buen libro. Es la lección que nos proporcionan ambas escuelas, que no se expresan tan opuestas como nos ha hecho creer la posteridad. De hecho, y por poner un ejemplo, Montaigne, que en algunos momentos estaba cerca del epicureísmo, leyó indistintamente a unos y otros; y Séneca cita a Epicuro varias veces en las Epístolas morales. Con lo cual, la lección que había que transmitir era que los placeres sencillos son los que proporcionan una felicidad ética y auténtica.

 

 

[1] Revista Trépanos (mayo 2023): https://trepanos.es/2023/04/27/entrevista-a-javier-goma/

Autores

  • Juan Alberto Vich Álvarez

    Juan Alberto Vich Álvarez (Donostia-San Sebastián, 1992). Escritor, graduado en Ciencias Químicas y en Filosofía. Doctorando en Filosofía del Arte en la Universidad de Deusto. Dirige la editorial Triacastela y la revista cultural Trépanos. Coordina la revista de libros Hedónica. En 2023 publicó su último libro: Sonetos del parto (Olé Libros). Más información y contacto en: https://juanalbertovich.es/sobre-el-autor/

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  • Rafael Narbona Monteagudo (1963). Es escritor, crítico literario y profesor de filosofía. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesor de filosofía en institutos de la Comunidad de Madrid. Colabora con El Cultural y Revista de Libros, y ha publicado en revistas como Quimera y Cuadernos Hispanoamericanos. Es autor de libros como Miedo de ser dos (2014) y Maestros de la felicidad (2024), donde combina autobiografía, filosofía y crítica literaria. 

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Comentarios y respuestas: revista@hedonica.es



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